Si alguna palabra hay
“contaminada” y es causa de confusión,
con sus
variantes..., esa palabra es “Dios.”
La mitología
explica a los dioses que el ser humano inventó...,
atribuyendo a ellos la razón
de cuanto asombraba a su entendimiento,
y en una fase ulterior
les puso nombre, los personalizó.
Entre
las hojas de la fronda trina y se mueve un pajarillo.
Él se
deleita, pero sabe también
que mientras
trine no podrá estar tranquilo.
Su
existencia se juega mientras canta,
pero no
elude el riesgo de su canción.
Vive su rol dentro de un todo, y aun cuando intuye su
rigor,
proyectará
su voz, su vuelo, con determinación.
Pues de no
hacerlo se expondría a enajenar su condición,
y acabaría
trastornando su vida y su función...
¡Trina
pajarillo!, aun con riesgo de tu vida.
¡Vive tu
aventura!, que en ello estriba tu dicha.
Atravesando la gran urbe pasa ignorado un ser
humano.
Él no está a
gusto, no sabe que le ocurre,
Y al
volante, nervioso, ase sus manos.
Su
existencia se juega a cinto ochenta;
pero al
punto reduce: quiere vivir.
Quiere vivir
porque ahora entiende
que es culpa
suya su desgracia,
ha
comprendido que sus males los causa su ignorancia...
Se ha dado
cuenta de que a Dios no se le sirve obedeciendo
las leyes
que algunos hombres le han ido atribuyendo...
Dios no
precisa instituciones, ni agentes especializados;
cada cual,
de Él, somos un templo, del que somos usuarios.
Según sea el uso que hagamos de nuestro cuerpo,
damos gloria
a Dios, o lo estamos maldiciendo.
Según a qué
leyes estemos obedeciendo
damos gloria
a Dios, o lo estamos maldiciendo.
Y en esa misma medida
crece o
merma nuestra dicha.